
A punto de acabar el año,
Olentzero es fiel a su cita y un año más está dispuesto a cumplir los deseos de los más pequeños de la casa. Mucho se ha especulado sobre el origen de este entrañable personaje y por lo visto debió ser considerado un
símbolo del solsticio de invierno. Lo cierto es que a caballo entre la
mitología y la
tradición se ha convertido en el protagonista de las costumbres navideñas al ser el encargado de traer los regalos el día de Navidad en los hogares vascos.
Aunque existen muchas variantes, el modelo de la
Regata del Bidasoa es uno de los más caracterizados en las localidades navarras. Se trata de un muñeco que representa a un carbonero desaliñado, campechano y borrachín, sentado sobre una silla y que portado por los
baserritarras desciende del monte para anunciar el nacimiento de Jesús.
En otros lugares, este carbonero bonachón cobra vida y en ocasiones es acompañado de
Maridomingi para recibir a los
txikis al final de las carrozas. Unas veces, baja del monte entre antorchas de fuego que crean un ambiente más mágico si cabe. Otras, es precedido por los
zanpantzar que con el estruendo de sus cencerros anuncian su llegada.
Sea un muñeco de cartón o persona de carne y hueso, en sus desfiles es acompañado por los vecinos ataviados con sus trajes típicos y envuelto por la melodía de los
txistus y
fanfarres es portado por las calles de los pueblos la noche del
24 de diciembre.
¿Sabías que...?
En Lesaka, este día se vive de de una forma muy especial. Por la mañana se celebra un concurso de Olentzeros de diferentes categorías en el que los participantes deben cantar mientras portan al muñeco creado por ellos mismos. Por la tarde el Olentzero ganador sale en kalejira por las calles del pueblo.